miércoles, 21 de octubre de 2020

La mujer del hortelano

 

Mucho me gustaría que mi relato "La mujer del hortelano" sea publicado en el blog de la Asociación.  Fue uno de los quince seleccionados en el último certamen y siento por él particular estima...  

 "Yo, Nieves E. Morán Diez, natural de la ciudad de Buenos Aires (Argentina), autorizo la publicación del relato de mi autoría "La mujer del hortelano".

Desde ya, muchísimas gracias!...y en la esperanza de haber cumplido correctamente los pasos solicitados para la publicación.

Saludos cordiales.                                              Nieves    (sábado 17/10/2020)

“La mujer del hortelano”

Era la quinta hija que su madre había traído al mundo sin demasiado entusiasmo, solo porque Dios así lo había querido, decía a quien quisiera oírla poniendo – tal vez sin proponérselo –distancia  entre las dos. Sin embargo,  no sería la menor de las hermanas.  Todos la llamaban “Quinta”, su verdadero nombre había quedado en el olvido, casi, y cuando alguien se dirigía a ella diciéndole Rufina, no se daba por aludida. 

“Quinta” era agraciada, aunque sin desmesura.  Oscura de piel  y también de pensamiento, solo era capaz de ver lo que estaba envuelto en un halo de pesadumbre.  Pesimista desde siempre, acostumbraba decir que la felicidad no era para ella; hasta se había jurado a sí misma mantenerse indiferente a las pequeñas alegrías.  Y había ganado la apuesta.   

Así fue hasta que conoció a Manuel, el hortelano,  el hombre  que diariamente llegaba al pueblo en una vieja pick-up con la caja rebosante de verduras y frutas. Se anunciaba siempre a la misma hora en la calle principal frente a la fuente y los vecinos acudían al llamado con las cestas vacías que volvían a casa colmadas con los productos de la huerta vecina.  El hortelano nació en aquel pueblo, aunque había emigrado a la capital buscando algo de gloria, como todos los jóvenes.  Con las manos vacías regresó al morir su padre, después de un corto reclamo de la madre de que alguien tenía que hacerse cargo del  huerto y de vender sus frutos. 

Manuel también era oscuro de pensamientos – un hombre huraño –y  ese gusto común por la fatalidad, en definitiva, lo unió a “Quinta”.  Cuando ambos se descubrieron pensaron, cada uno a su manera,  que les vendría bien unirse en matrimonio.

  “Y que el hombre no separe lo que Dios ha unido”, dijo el cura con solemnidad una mañana de mayo en la iglesia de San Roque.  El traje de bodas había puesto una sonrisa en el rostro siempre melancólico de la novia que recibió con agrado y hasta con satisfacción el saludo de su familia.  La hermana menor, por quien “Quinta” sentía infinita ternura, la acompañó hasta el altar.  La presencia de la niña que sería siempre como un duende y las retamas en las manos de la novia fueron lo más sugestivo de la ceremonia. 

La recién casada llevó sus vestidos de domingo y los de estar en casa donde Manuel vivía con su madre, un lugar lo suficientemente amplio como para albergar a suegra y nuera.  Pronto se pusieron a trabajar los tres en la huerta;   sembraban, regaban, curaban las plantas enfermas, quitaban las malas hierbas y por las tardes recolectaban lo que Manuel vendería a los vecinos al día siguiente.  “Quinta” comenzó a acompañar a su marido en la venta, como un modo de estar a su lado a solas con él y,  a pesar de que un no rotundo había sido la primera respuesta del hortelano, poco a poco fueron recorriendo juntos los pueblos de los alrededores con su mercancía. 

Al principio la mujer se vestía con sus ropas de entrecasa y recogía su larga cabellera escondiéndola  detrás de un pañuelo.  En silencio y sin cambiar palabra con nadie, ella iba y venía, mientras su marido la observaba hacer, orgulloso.  Él no había sabido decir “no” a su madre y volvió mansamente al pueblo para ocupar el lugar de su padre, sin embargo, a “Quinta” la impuso de sus condiciones para aceptarla como esposa: trabajaría a su lado y siempre estaría donde él pudiera verla. 

Manuel, todos en el pueblo lo reconocían, hacía gala de su honestidad y franqueza, no era holgazán y no tenía vicios conocidos.  El peso de su personalidad lo llevaba tan escondido que nadie, ni siquiera él mismo, se había apercibido.  Los celos lo mordieron con ferocidad cuando decidió casarse con “Quinta”, que no era una mujer hermosa, pero tenía lo suyo.  Así fue que siempre estuvo donde él pudiese verla, con sus vestidos de entrecasa limpios y prolijos, sin zapatos de tacón y ni una gota de maquillaje  o de agua de colonia.  Hasta un día cuando se soltó el pelo y otro en que se pintó los labios y finalmente sacó del ropero sus vestidos de domingo.  El marido la observaba en silencio, no le gustaba que su mujer se dejara ver así.

El verano llegó a su fin y cuando el frío de la montaña apareció crudo y tempestuoso, el matrimonio siguió con su tarea de vender sus frutos en los pueblos de los alrededores de la huerta.  Un mediodía, antes de volver a casa al terminar el recorrido, el hortelano dejó a “Quinta” bajo llave en la pick-up y se fue a tomar un vaso de orujo en el bar de Gómez.  Allí estaban sus vecinos y un par de forasteros que nunca había visto antes.  No bien entró, el silencio resonó en el bar.  Saludó y pidió el aguardiente dispuesto a tomarlo de un trago y seguir viaje.  Mientras llenaba el vaso, el viejo Gómez le dijo por lo bajo que lamentaba mucho lo que  “la Quinta” le había hecho, que él no se lo merecía, que así son las mujeres: ladinas y mentirosas.  Que era mejor andar solo, que la dejara ir, que ella volviera de donde había venido y que…

Manuel no quiso saber nada más, había oído demasiado.  Tiró las monedas del pago sobre el mostrador y salió, enrojecido el rostro oscuro.  Las risas estallaron en el bar de Gómez antes de que llegara al vehículo donde lo esperaba su mujer.

La mañana siguiente los vecinos esperaron en vano que Manuel trajese la verdura y la fruta de su huerta.  En cambio, llegó la noticia que había sido hallado muerto en el pantano, en la madrugada dejó su casa sigilosamente y se arrojó por el acantilado.

Después del entierro, “Quinta” y su suegra retomaron la rutina de la venta de sus productos.  La mayor de las mujeres conducía mientras la otra hacía las ventas, como antes, como siempre.  Así fue hasta una mañana del siguiente invierno cuando se detuvieron en el bar de Gómez.  Entraron las dos y pidieron café, fuerte y con dos gotas de aguardiente de orujo cada uno.  Los parroquianos eran los mismos de siempre y las mujeres pudieron sentir el silencio inmenso que las envolvía.  El viejo Gómez sonrió y con una inclinación de cabeza dejó los pocillos sobre el mostrador.  Eso fue lo último que hizo en su vida.  La más joven de las mujeres sacó una antigua pistola de su bolsa  y le disparó un tiro certero a la altura del corazón.  El hombre cayó y, en un momento, el bar quedó vacío.

En el pueblo ya nadie se ríe de Manuel.  Por el contrario, su viuda es ahora un personaje importante en el imaginario aldeano.  En la celda de la cárcel donde vive su condena, conserva las cartas que le han enviado otras mujeres que, como a ella, el viejo Gómez les arruinó la vida.


jueves, 8 de octubre de 2020

EL EQUILIBRADOR DE SUEÑOS

 

Señores AGRUPACIÓN CULTURAL "CARMEN MARTÍN GAITE" reciban ustedes un cordial saludo y mis deseos de bienestar y saludo para todos.

 En atención a la convocatoria del asunto, envío para su revisión y consideración mi relato EL EQUILIBRADOR DE SUEÑOS.

 En caso que lo consideren útil y conveniente, autorizo para que la obra sea publicada en el blog de la agrupación cultural en cualquier momento después de emitido el fallo. Para mi sería un honor y algo de suma complacencia.

 Atentamente, Carlos Segundo Barrera Sánchez 

 FECHA: 8 de mayo de 2020

 

EL EQUILIBRADOR DE SUEÑOS    AUTOR:  Carlos Segundo Barrera Sánchez

El Sultán del Espectro no podía creer lo que le reportaba uno de sus Centinelas del Sueño.

- Su Señoría, en Colombia han logrado pasar tres objetos de los sueños a la realidad durante los últimos 30 días.

Era un temor desde siempre, pero se tomaban los controles necesarios para que la situación se mantuviera conforme lo señalaban las Escrituras del Sueño. En dos millones y medio de años, desde la aparición del Homo Sapiens, los Centinelas del Sueño habían logrado mantener el control del PUENTE, para que de la realidad pasaran pensamientos y situaciones a los sueños, y para que sólo una vez por año en cada país y a criterio de los centinelas, un objeto o una situación paranormal pasara de los sueños a la realidad. Era necesario que se mantuviera así hasta la eternidad, para sostener el equilibrio en la naturaleza. El sultán trató de lograr explicaciones del centinela, pero nada parecía tener lógica, el aparato que podía hacer el milagro siempre ha estado sólo en manos de los centinelas «a no ser qué el ser humano haya logrado construirlo», pensó el sultán.

Los sueños en cada noche de descanso, desde su creación por parte del sultán, existían para mantener la ilusión viva en el ser humano, logrando que la humanidad no desfalleciera nunca en sus propósitos de alcanzar lo posible y lo imposible. Era el estímulo necesario para alargar cualquier lucha y conseguir bienestar para la raza humana y desde su creación, el sultán permitía que cada tanto, algo de la vida soñada en las noches de descanso, pasara a la realidad para mantener la llama viva de la ilusión por lo imposible. Todo había marchado perfecto desde entonces, incluso, se habían creado leyendas a partir del paso de objetos a la realidad como sucedió con la lámpara de Aladino. El equilibrio siempre fue perfecto, pero ahora, la humanidad estaba en riesgo, así que el sultán, preocupado y pensando cómo proceder, preguntó a su centinela acerca de las evidencias de su hallazgo.

- Su majestad hace 22 días fue elegido presidente alguien sin experiencia.

- Eso no es evidencia, ya ha pasado antes en otras partes del mundo.

- Hace 16 días una persona que vivía en el barrio Rincón Guapo en la Ciudad de la Alegría, se mudó para un barrio exclusivo, compró camioneta y pasó a sus hijos al colegio más costoso de la ciudad.

- No me convences del todo, eso ha pasado antes, acuérdate del narcotráfico.

- Hace 4 días las noticias registraron a una persona volando por los cielos de la capital sin ningún tipo de ayuda mecánica.

- Esto sí es serio… esa bendita manía de todos por volar. Centinela, quiero que investigue la situación, no tengo que decirle lo que podría suceder si cae un PUENTE en manos equivocadas.

- Como ordene Su Majestad.

No había terminado de llegar el Centinela del Sueño al País del Trópico, cuando las noticias registraban la muerte de un lugareño luego de correr, en estado de agitación extrema, sin moverse nunca de su sitio. Algo andaba mal, el centinela lo sabía. Ahora parecían cosas triviales, pero con el tiempo, el paso de objetos y situaciones desde el mundo de los sueños podría convertirse en algo dramático, incluso, nocivo y letal para el ser humano.

Las primeras pesquisas no le estaban dando resultados al centinela, había decidido seguir cada caso sospechoso acercándose al lugar de los hechos, pero nada le daba pistas del origen de los hechos paranormales. Los avistamientos de situaciones fuera de lo común iban creciendo en número y ya en varias ciudades del país se hablaba de extraterrestres, de castigos divinos y de tesoros encontrados. El centinela le decepcionaba un poco ver que ninguno de los usos que se mostraban como sospechosos, tenía impactos positivos sobre grupos grandes de la sociedad, así que se convenció de la urgencia de encontrar la anomalía antes de que las curiosidades,

como eran registradas, se convirtieran en tragedias o en acumulaciones de poder inútil. Sabía que el uso no sería para beneficio del grueso de la población, sino para la utilidad de unos pocos. La humanidad no se cansaba de mostrar ejemplos al respecto, con sueños o sin ellos.

Con el pasar de los días sin resultados, el Sultán del Espectro entrenó y autorizó la llegada al País del Trópico de 1.001 Centinelas del Sueño, uno para cada municipalidad del país, con el propósito de generar en cada habitante una idea de sueño, y, al ver materializados los deseos en el día a día de cada municipio, poder saber identificar de que ciudad provenían las situaciones paranormales. La idea dio resultados. Al día siguiente de que cada centinela incrustara una idea común por municipalidad en la mente de toda la población, en la capital del país fue donde apareció la situación irregular. Un atraco con armas laser en el norte de la ciudad encendió las alarmas del centinela jefe. Aprovechando el volumen de centinelas a su disposición, y usando la misma estrategia, los distribuyó en cada barrio de la capital, hasta encontrar que en Cedros del Prado se había materializado el sueño incrustado por el centinela encargado del barrio.

Ahora la búsqueda tenía un espacio geográfico definido. Luego de recibir el reporte, el sultán dio la orden de suspender el paso de objetos y situaciones de la realidad a los sueños. Con la drástica medida, nadie en el barrio Cedros del Prado soñaba en las noches; sabía que no podía tomar la medida para todos en el país, porque la ansiedad se apoderaría de la población, como en efecto sucedió en el barrio en cuestión. Fueron semanas enteras con gente sin sueños, que se tradujo en un mal humor generalizado y en el deterioro de las relaciones sociales, pero era necesario para poder ir incrustando sueños asombrosos en cada casa, hasta dar con el paradero del PUENTE extraviado. La población ansiosa y malhumorada crecía exponencialmente, las personas en el barrio comenzaron a pelear entre ellas, la situación se volvió caótica hasta que el centinela pudo identificar la casa donde se originaban las asombrosas apariciones.

El jefe de los Centinelas del Sueño visitó el hogar identificado y pudo constatar con sorpresa, que el PUENTE estaba en poder de un antiguo centinela que, burlando la

seguridad de Reino de los Espectros, decidió usar su herramienta de trabajo para soñar y hacer realidad que se convertía en un ser humano en poder del PUENTE. Así sucedió, pero el hallazgo fue justo después de que el nuevo ser humano se despertaba de un nuevo sueño que se haría realidad. El centinela rebelde le explicó al jefe de Centinelas del Sueño, que lo hacía con la intención de cambiar el mundo para bien. Al principio se probaba con situaciones triviales, pero que la noche que acababa de concluir había dado el salto, soñando que en la mañana siguiente los 220 congresistas del país renunciaban a sus curules al mismo tiempo. El centinela, luego de decomisar el PUENTE, corrió al congreso para constatar el hecho. Ya nada quedaba por hacer, los congresistas de ambas cámaras habían radicado en masa su renuncia, el país entró en crisis en las horas siguientes, el gobierno se mostró aturdido, la ciudadanía se dividía entre los que celebraban y los que lloraban por la decisión del cuerpo legislativo, la bolsa de valores colapsó, algunas empresas cerraron durante la crisis, varios países rompieron relaciones comerciales con el País del Trópico, nadie sabía cómo conjurar la crisis, hasta que el Sultán del Espectro decidió autorizar la intervención del sueño para 50 hombres y 50 mujeres del común. Habían pasado 10 días en emergencia, cuando 100 colombianos recién levantados de sus camas, pertenecientes a todos los estratos sociales y venidos de todas las regiones del país, se acercaron cada uno con un documento lleno de propuestas para la construcción de un nuevo país.

sábado, 18 de agosto de 2018

La profecía


Nombre.: María Teresa Marlasca Orea
Por la presente AUTORIZO a que la obra de mi autoría con título “LA PROFECIA” que presento en el XV CERTAMEN DE LA AGRUPACIÓN CULTURAL “CARMEN MARTÍN GAITE”, sea publicada en el blog de la Agrupación.
Barberà del Vallès, 17 de Agosto de 2018

Título.: LA PROFECÍA
Había llegado poco antes de la hora de cierre, me abordó hilarante y me explicó su vaticinado futuro. De pronto, con voz profunda me propuso profetizar el mío, su semblante se transformó, había perdido la alegría, ahora tenía un rictus serio y transcendental. “dos caminos a seguir, una oportunidad o una catástrofe” me había soltado a bocajarro. A los pocos minutos los clientes más rezagados fueron marchando del bar. Eché el cierre y me senté en la mesa junto a Juan.
Le miré fijamente, sus ojos se clavaron en los míos, Me disgustó que se inmiscuyera en mi vida, qué le importaba a él mi futuro, qué cuento se había inventado, me ponía nervioso tanta divagación. Me removí en la silla.
-Veinte años. Tú decides. –dijo contundente y apuró la copa de un solo trago.
Disimulé mi preocupación, tragué saliva y me dispuse a escuchar a pesar de que nunca me había planteado el futuro programado desde un presente tan incierto, el camino de mi vida lo había transitado con despreocupación sin grandes metas, haciendo frente a las adversidades y gozando de los momentos felices. Hasta ahora, el inmediato hoy me tenía sin cuidado.
Agudicé el oído, pero de su boca no surgieron más palabras, me miraba severo y yo, atónito, esperaba. Su mirada impertinente me exigía una respuesta, a la pregunta que no había formulado.
Respiré profundamente y ahogué un suspiro que se abría paso para salir de mi pecho, volví a llenar de oxígeno mis pulmones y fije mis ojos en él. Nuevamente se había sumido en sus cábalas, estaba abstraído moviendo la copa vacía de un lado a otro de la mesa y susurrando un galimatías inaudible. Quizás Juan estaba chiflado, siempre había sido algo extravagante, su carácter era muy irregular, pero ¿Profeta, vidente?, no le conocía en esa faceta. Opté por tener paciencia, no quería que notara la zozobra que me había despertado sus palabras.
-Entonces ¿lo de la bailarina, dices que fue bien? –me atreví a preguntar, intentando avivar la conversación y sacarle del estado de embeleso en que estaba. Si habéis quedado en veros otra vez, eso quiere decir que hubo...
Callé dejando en el aire mi comentario. Juan estaba ausente, creo que ni siquiera me oía. Pensé que estaría deleitándose recordando los momentos compartidos con ella, la verdad que la chica era un bombón, me sorprendió que accediera a tener una cita con él. Seguía in albis
-Así que la profecía dice que dejarás de pintar, pues vaya putada, con lo que te gusta andar con pinceles y manchar telas con estridentes colores. No sé si eres bueno o no, pero chico, color no le falta a tu obra -dije para picarle.
Nada, seguía en Babia, no había manera de sacarlo de aquel estado de enajenación.
-¿Te apetece un poquito de música? ¿Qué prefieres pop, rock, una balada romántica o quizás clásica? No respondió.
Yo ya estaba al límite, mi paranoia iba creciendo y el tipo ahí sentado sin inmutarse, ni siquiera pestañeaba. Bebí un sorbo de mi copa.
2
-Así que cambiaras de oficio y serás representante de artistas. Joder tío, espero que sean buenos porque con tu labia vas a necesitar que sus obras hablen por ti –silencio, mi ironía no le hizo mella.
-Ah! ya lo entiendo, serás representante de artistas, pero claro no de pintores si no de otro tipo de artistas. No me lo digas, seguro que lo adivino. Ya tienes tú primer representado, tu chica. La bailarina- jeje, sonreí como un idiota.
Ni una palabra, se limitó a afirmar con la cabeza. Por un momento creí que reiniciaría la conversación, pero de nuevo se puso a recitar su letanía en una modulación casi inaudible, acerqué mi oreja junto a su boca para poder escucharle, pero era totalmente imperceptible. Yo me estaba calentando otra vez, aquella situación era surrealista, intentaba por todos los medios mantener la compostura, lo veía tan... afligido, no, esa no es la definición, realmente estaba atontado. Finalmente estallé.
-Desembucha de una puñetera vez –le grité airado- me tienes en ascuas, déjate de jerigonza y acertijos y al grano Juanito que ya estoy cabreado. Mi futuro Juanito. ¿Cómo será?
-Tranqui, que todo lleva su tiempo -contestó cachazudo mostrándome la copa vacía.
Me hice el remolón, pensé que ya llevaba en su cuerpo más alcohol de la cuenta, pero él no paraba de repiquetear el cristal con sus largos dedos. Me fijé por primera vez en sus manos, eran delicadas, casi femeninas, tenía restos de pintura acumulada en los bordes internos de las largas, larguísimas uñas. Miró al vacío y con la mirada extraviada, recitó…
Pasa una noche lenta, pasa un solo minuto y todo cambia. Se llena de transparencia la copa de la vida. El trabajo espacioso nos espera. De un solo golpe nacen las palomas. Se establece la luz sobre la tierra.
Me levanté de la silla y con pasos cansinos me traje la botella a la mesa. Antes de dejarla encima de la tabla, con vehemencia, me la arrebató de las manos y se escanció un generoso chorro en su copa.
-¿Es que no hay una tapita para acompañar? – preguntó guiñándome un ojo, cosa que me pareció una absoluta insolencia.
-Sin burlas Juan que te conoz... – no acabé la frase.
Un relámpago cruzó el cielo, se iluminó el bar, seguidamente, un trueno estalló.
3
Me sobresalté. El día había estado nublado, y las previsiones meteorológicas diagnosticaban lluvia, el viento de Levante soplaba desde hacía dos días, típico de la época otoñal en esta parte del país.
Sin tregua, el zumbador del teléfono resonó inundando el bar con un nuevo ruido, Juan miró su reloj de pulsera, cerró el puño y alzó el dedo pulgar en señal de aprobación.
-Puntualidad británica –sentenció clavando su mirada felina en mí a la vez que se recostaba satisfecho en el respaldo de la silla.
¡Que decía ese loco! Me levanté y fui hasta el mostrador a contestar el teléfono. No llegué a descolgar el auricular, Juan con un vozarrón desconocido exclamó.
-Siéntate junto a mí. No hay nadie al otro lado del hilo, es la señal que estaba esperando ahora conocerás tu porvenir.
Un escalofrío recorrió mi espalda, volví a mirarle y me dio la sensación de que su pelo negro se había tornado más claro. ¡Tenía canas! Fui acercándome lentamente a la mesa, intenté disimular mi turbación, él me observaba y en sus labios se dibujaba una sonrisa socarrona.
-Juanito, espero que esta broma no tenga consecuencias, estás muy rarito desde que has vuelto de viaje, ya sabes que tengo poco aguante y a la mínima echo a la calle al cliente que alborota o no me cae bien.
-Derecho de admisión, se llama - dijo una voz a mis espaldas.
-Así lo mencionan – respondió Juan a la vez que chocaba su copa nuevamente llena contra la mía que descansaba sobre la mesa medio vacía.
Me volví aturdido, me restregué los ojos, no podía ser, es imposible, pensé. A grandes zancadas me aproximé a la mesa. Detrás de mí una silueta seguía mis pasos.
El timbre del teléfono volvió a resonar impertinente, eludí el impulso de desandar mis pasos y contestar. Juan torció la cabeza, guiñó un ojo y se mantuvo impasible esbozando una sonrisa que daba a entender lo mucho que se estaba divirtiendo. Dejé que el ruido del timbre siguiera machacando mis oídos y me senté junto a él.
-¿Qué está pasando? ¿Qué chanza es ésta? ¿Quién es ese?
-Tú con veinte años más –respondió-.
Me estremecí. Juan se levantó y recogiendo entre sus brazos mis hombros me zarandeó fuertemente. Él tiene las respuestas –me susurró. Y sin despegar sus labios de mí oreja volvió a agitar mi espalda.
Abatido por los fuertes golpes de vaivén que Juan me propinaba y el irritante ruido del teléfono, cerré los ojos con la intención de evadirme de aquella absurda situación.
De pronto el ruido cesó, un murmullo de palabras se afanaba en ocupar el silencio que había dejado el timbre del teléfono. Una nueva sacudida meneó mi espalda. Ya era suficiente, estaba dispuesto a echar a Juan con cajas destempladas. Abrí los ojos enfadado.
¿Estás bien cariño? –dijo una anciana ofreciéndome con su mano temblorosa un vaso de agua cristalina.
La miré sorprendido. No respondí, me bebí el agua de un solo trago.
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Soy yo, María, tu esposa. –sonrió condescendiente recogiendo el vaso vacío.
Recordé que era propietario de un bar y tenía un amigo llamado Juan. Volví a cerrar los ojos.
El estridente zumbido de un timbre reapareció y resonó en mis oídos provocando un vuelco en mi mente que aceleró mi corazón, abrí los ojos y reconocí el habitáculo, me incorporé y con pasos inseguros me dirigí al cuarto de baño. Encendí la luz y el destello de la lámpara me deslumbró, mis ojos se entornaron, pero me obligué a no parpadear y desafié la cegadora luz. Me planté frente al espejo, mis ojos seguían cegados, me forcé un poco más y evité cerrarlos. Enfoqué la mirada y poco a poco recobré la vista, el cristal me devolvió mi imagen, repasé con esmero mi fisonomía, cabellos, labios… mi rostro seguía inalterable, las lágrimas acudieron a mis ojos y la tibia humedad rodó por mis mejillas. Mis labios esbozaron una sonrisa seguida de una estruendosa carcajada y una hilarante alegría se apoderó de mi mente.
Todo seguía igual, había sido víctima de una horrible pesadilla.
Alegre y tarareando una melodía desanduve mis pasos en dirección al dormitorio, la habitación estaba en penumbra, un ligero olor dulzón inundaba la estancia, el silencio era pétreo. Con sumo cuidado y sin saber por qué anduve casi de puntillas el corto espacio existente entre la puerta y la cabecera de la cama, pero cuando estaba a un par de pasos de distancia observé que alguien ocupaba mi lecho. Cuidadosamente avancé con intención de retirar la sábana que cubría al intruso. Un movimiento incontrolado me hizo recular, tomé aire y deseché los sombríos pensamientos que se estaban instalando en mi cabeza, no podía ser, eso era imposible, me repetí sin demasiada convicción.
El frufrú de la tela de seda al chocar entre sí y el roce de unos pasos sobre las baldosas me obligaron a girar la cabeza. En el quicio de la puerta una hermosa mujer cargada con una bandeja se abría paso repicando en el enlosado con los pies enfundados en unas zapatillas de terciopelo. Pasó muy cerca de mí rozándome con su codo, le pedí disculpas, pero me ignoró, Dejó el servicio de desayuno en la mesita de noche.
-Despierta dormilón –dijo en un tono de voz cariñoso.
Él, obediente, se incorporó y se sentó en la cama, dejó que ella le colocara la almohada en la espalda. Sutilmente la tomó entre sus brazos y dulcemente le robó un beso que se tornó apasionado. Siguieron muchos más, la pareja se deleitaba febril con su juego mientras el desayuno se enfriaba.
Yo observaba impertérrito a mi yo reconociéndome feliz en un, no muy lejano, futuro.

Abril 2018

martes, 27 de junio de 2017

De azul a rosa



María Teresa Marlasca Orea

Por la presente AUTORIZO a que la obra de mi autoría con título “DE AZUL A ROSA” que presento en el XIV CERTAMEN DE LA AGRUPACIÓN CULTURAL “CARMEN MARTÍN GAITE”, sea publicada en el blog de la Agrupación.   Barberà del Vallès, 03 junio de2017    


DE AZUL A ROSA

Amontonados y con cierto orden, a su parecer, iba acumulando libros, discos, álbumes de fotografías, cuadernos papeles sueltos sin encuadernar ni grapar a los que tras una ojeada depositaba en el montón correspondiente.


Se había propuesto desempolvarlo todo y hacer una buena criba de aquellos “papelotes”. En fin, desechar de aquel cúmulo de escritos, notas, cartas y… papeles sin interés. Aunque en su momento fueron importantes.
Empezó removiendo el armario tenía la convicción de que llenaría aquellas dos grandes bolsas. Al principio inspeccionaba ligeramente lo que extraía del mueble y lo depositaba, la mayoría de las veces, en una de aquellas bolsas, pero a medida que despojaba el armario de sus más preciados secretos, le embargaban los recuerdos.
Cesó un instante en su labor, se llevó las manos a la cabeza, recogió su larga cabellera trenzándola. Miró a su alrededor algo desalentada. ¿Tanto se podía guardar en aquel armario?, sonrió al vacío y afirmó con la cabeza.
Cuanto tiempo llevaba envuelta en aquel “trajín”, se pregunto, mucho se contestó a si misma, se recriminó por el retraso. “A éstas alturas…”, En una de aquellas bolsas descansaban ya olvidados y con la certeza de su extinción definitiva algunos papeles y la otra permanecía inalterable a su lado.
¡A estas alturas…quedaba tanto por hacer! Inquieta miró el reloj que estaba sobre el escritorio, pasaban dos horas del mediodía.
No tenía apetito, consideró oportuno demorar la comida un poco más, una interrupción en ese momento retrasaría el final de su objetivo, le dictó su sentido crítico y calculador. Definitivamente vaciaría las dos estanterías que aún estaban intactas, limpiaría el armario y después se prepararía la comida.
Sin entretenerse ni interesarse en revisar nada, amontonó el contenido de las estanterías, limpió los travesaños del mueble y seguidamente abandonó la sala dirigiéndose a la cocina.
El cocinar no era una de sus pasiones, el comer tampoco, aquel día no esperaba a nadie por lo que se preparó un ligero tentempié.
El tibio sol de febrero caldeaba la pared trasera de la casa, un pequeño refugio al amparo del frío invernal, allí sentada en una de las confortables mecedoras del jardín a la que había inclinado el respaldo, saboreaba sorbo a sorbo el amargo líquido de una humeante taza de café.
El ímpetu de la mañana por hacer “limpieza” se había disipado, pero se había hecho a la idea de dedicar el día a dejar arreglado y en orden aquel mueble, por lo que a pesar de encontrarse tan a gusto sentada tomando el sol, una vez hubo acabado el café, que dicho sea de paso, alargó considerablemente y a conciencia consumiéndolo a pequeños sorbitos, no importándole que estuviera frío, se dirigió decidida y casi con prisa a la habitación.
Cuando abrió la puerta de la sala respiró profundamente, tragó saliva y se enfrentó a aquellos “montones seleccionados”.
Empezó por los libros limpiando la fina capa de polvo del exterior y revisando y alisando cualquier página arrugada, uno por uno, los fue colocando por orden de materias, le siguieron los discos, todos de vinilo, que al igual que sus antecesores eran aseados y leídos sin tomar conciencia ni guardar su nombre en la memoria. En aquel momento no le despertaba ningún interés.
Tomó un LP al azar y lo colocó en el plato del tocadiscos, enchufó el aparato y el disco empezó a girar. La melodía que salía de los amplificadores inundó la estancia y el mensaje de la letra era recitado por ella junto al cantante formando un dúo poco armónico.
El mueble lentamente volvía a recuperar los bienes extraídos. La madera reflejaba notoriamente la parte que delimitaba la zona que había estado ocupada de la parte libre.
La estantería presentaba dos tonos diferentes a pesar de ser la misma pieza de madera. Más brillante el que ocultaba los libros como si a la vez de tener el designio de protegernos ante la ignorancia, también protegieran al mueble ante el paso del tiempo.
Finalmente, libros y discos volvieron a su sitio. Resopló sutilmente, se alejo del mueble comprobó la colocación y aprobó su trabajo.
Inmediatamente siguió con aquellas dos cajas donde se aprisionaban una considerable cantidad de tarjetas postales. Ciudades importantes, paisajes bucólicos, lugares exóticos, paradisíacas playas…, unas recibidas de familiares o amigos, otras auto enviadas de territorios visitados en los que además de las propias fotografías te regalas con una tarjeta de fiel reproducción impresa con el afán de recoger, absorber y poseer la belleza del lugar.
Abrió una de ellas. Bueno, se dijo complacida, no había mucho que ordenar, ya estaban clasificadas por países y separadas entre si por gomas elásticas, las observó sin desligarlas y volvió a introducirlas en su embalaje, la otra caja solo la destapó y vio que al igual que su compañera todo estaba en perfecto orden y bien ajustado, limpió el polvo de ambas y las introdujo en su lugar de origen. El pequeño tesoro del mundo en papel volvía a descansar en el olvido hasta nueva exploración de revisión por curiosidad, pulcritud y purificación.
Finalmente solo quedaba aquel montoncito de papeles sueltos y cuadernos a medio usar. No le llevaría mucho tiempo, pensó animada por la proximidad del final de su tarea. La melodía que emitían los altavoces había ido cambiando más de un disco ahora en el plato rotaba a 33rpm, la cara B de una recopilación de románticos boleros.
Hacía bastante tiempo que la luz artificial de la sala iluminaba la estancia. El fulgor crepuscular del sol había dejado de filtrarse por los grandes ventanales. El ocaso del día se produciría en breve.
Súbitamente la música dejó de sonar, retiró el disco del plato y el silencio reinó en la sala, María se percató de la intensidad de aquel mutismo y sintió una profunda soledad, se apresuró a poner un nuevo disco y en breve la música absorbió el murmullo del silencio.
Tomó entre sus brazos el montoncito de cuadernos, hojas con apuntes, pequeños papeles sueltos y los extendió sobre la alfombra, se sentó entre ellos y aproximó hacia sí la bolsa de plástico.
Empezó por los papeles sueltos, leía y arrugaba unos y los depositaba en el saco, otros los colocaba entremezclandolos para archivarlos por orden de fechas. Estos últimos correspondían a pequeños escritos y anotaciones esporádicas, bien datadas, de posibles proyectos de trabajo que quizás algún día pasarían de ser una realidad.
Siguió por los cartapacios y entre ellos escogió uno con pastas rojas y espiral encuadernado al revés Lo abrió. Revisó y acompañó sus hojas pasándolas lentamente y recreando su mirada en cada detalle. El álbum mantenía la tónica de archivo.; lo más antiguo al fondo la más reciente encima, se detuvo y observó reminiscente. En una de las páginas aparecía la fotografía de un niño de delicadas facciones en el día de su Primera Comunión vestido con un traje especial para el evento – en la época era costumbre vestir a los niños de militares, ya fuera de la Marina o de otras Ramas del Ejercito u Ordenes de Hidalgos y a las niñas de Novias en miniatura -, aparecía el chiquillo con un flamante traje de color hueso con chatarreras doradas y en el pecho, al lado izquierdo, la magnifica enseña de “Caballero de la Orden de Santiago”. El chico con cara angelical mirando al infinito, sostenía entre sus manos un rosario de cuentas de marfil y un misal nacarado.
Siguió pasando páginas, las fotos eran siempre del muchacho, unas veces solo y otras en compañía de familiares todas ellas datadas cronológicamente. A pie de foto se leía su nombre Mario. Siguiéndolas se podía comprobar la evolución de aquel niño a muchacho que a pesar del tiempo mantenía aquellos finos y delicados rasgos.
La última foto añadía al nombre la edad del personaje “23 años” y unida a ésta, otra con la misma inscripción “23 años”, pero el nombre cambiaba y en la escritura se leía “María”.
Aquella fue la primera vez que dejó plasmada su tendencia, su instinto, su personalidad, su alma. En definitiva, su ser.
Tras mucho tiempo de lucha interna, ansiando e intentando con todas sus fuerzas y sin poder lograr “seguir el buen camino” como le había dicho su padre en una conversación, desde la cual, sus relaciones se habían ido enfriando y aunque abatido por la angustia que había producido en su madre que cada vez que le miraba, le había hecho sentirse culpable de un brutal delito por no ser como “los demás” y “querer destacar en todo desde pequeño” y que ”ahora que había terminado sus estudios y podría triunfar como otros de la familia, no se le ocurría otra cosa que sacarse de la manga esa “extravagancia”, había sentenciado la sorprendida y disgustada mujer. Decidió resolver la situación.
Desde 1973, la comunidad científica internacional considera que la homosexualidad no es una enfermedad. Sin embargo, la situación legal y social de la gente que se autodenomina homosexual varía mucho de un país a otro y frecuentemente es objeto de polémicas, de juicios absurdos y ridículos agravios burlescos y ofensivos desoyendo a todos y siendo fiel a su percepción y condición de si mismo, tomó la difícil aunque para él/ella la más acertada decisión.
A los 23 años se sometió a la intervención quirúrgica para cambio de sexo y Mario pasó a ser María.
Trascurridos algunos años, las aguas volvieron a su cauce, sus padres aceptaron lo inevitable. La vergüenza que en un principio les produjo su determinación se fue desvaneciendo con el tiempo y finalmente acabaron respetando su decisión.
La madre que en su fuero mas interno anhelaba que su hijo formara una familia convencional y tener nietecitos que cuidar, al igual que sus amigas - era hijo único - se resignó. El padre renunció a las frecuentes peleas que lo único que hacia era alejarlo cada vez más de su querido hijo, a quien empezó a comprender posteriormente a respetar y finalmente a admirar.
Aquella alteración de su estado físico le acarreó más de un problema, rechazo social, alejamiento de amistades de las que no habría dudado nunca su lealtad y por supuesto exclusión laboral.
Se vio obligado a dejar su trabajo como asesor fiscal en una importante empresa, “no hay mal que por bien no venga”, dice el refrán, este desprecio le aparto de la sociedad pero no se abandono a la desesperanza ni el desaliento, todo lo contrario lucho ante la adversidad y esto le permitió dedicarse a lo que siempre le había gustado, de modo que como queriendo recuperar el tiempo perdido, fue llenando inmaculados lienzos de campiñas, marinas, retratos… Oleos pintados con frenesí que almacenaba sin buscarles un destino pero que no tardaron en ver la luz.
Desde hacia unos años las galerías de arte se habían interesado por su obra y se multiplicaban las exposiciones. Sus cuadros se vendían bien, los críticos alabaron su técnica, el público admiraba sus obras.
Y lo mejor de todo, nadie se interesaba ni preguntaba por sus inclinaciones sexuales. Lo importante era su oficio y por consiguiente el resultado; la ejecución de su arte.
María seguía contemplado aquellas dos fotografías de más de quince años atrás, dos seres tan unidos y a la vez tan distantes. La misma persona, los mismos sentimientos, las mismas vivencias pero que físicamente eran como la cara y la cruz de una moneda. Pasó la mano, emulando una caricia, por las jóvenes imágenes captadas por la cámara, cuando cerró los ojos una leve humedad se unió a sus pestañas, suspiró profundamente, emocionada estrecho ambos retratos contra su pecho, una lagrima furtiva rodó por su mejilla. Desde el tocadiscos llegaba la música, che gelida manina invadía la habitación.

Thessy Maror

domingo, 24 de julio de 2016

Media porción de cien pesetas

Titulo.: MEDIA PORCIÓN DE CIEN PESETAS
Seudonimo.: Thessy Maror
Nombre.: Maria Teresa Marlasca Orea

Por la presente AUTORIZO a que la obra de mi autoria con titulo “MEDIA PORCIÓN DE CIEN PESETAS” que presento en el XIII CERTAMEN DE LA AGRUPACIÓN CULTURAL “CARMEN MARTÍN GAITE”, sea publicada en el blog de la Agrupación.

... “Yo no traigo ni llevo chismes. Ni soy una chivata”...
... “Prueba a buscarme dentro de treinta años con esa contraseña. Entonces te contaré todo lo que recuerde”.
Como el camarero no respondía, el caballero volvió a formular la pregunta.
Está por aquí la Trotona? –dijo con voz altisonante a la vez que colocaba sobre el mostrador la mitad de un billete de cien pesetas.
A la vista de clientes y curiosos estaba la sensual cara de La Mujer Morena, que el pintor eternizó y cuyos ojos se clavaban como puñales en la vista de quien los miraba.
El silencio se podia masticar, la leyenda habia sobrevivido tres decadas y como ocurre en los relatos populares en el traspaso de boca/oreja se habia incrementado con algún que otro chascarrillo que hacian del relato una morbosa historia.
Cual es su gracia? - atinó a decir Jacinto, unicas palabras que se le ocurrieron y que formuló con la intención de ganar tiempo hasta planear como debia ser su proceder en tan arriesgado momento.
No tengo gracia, contesto arisco perdiendo el halo de caballerosidad con el que habia entrado al local.
Los mas descarados rieron aunque sin hacer ruido para no molestar al extraño, otros se encongieron de hombros analizando las palabras por la doble interpetración que brindaba la respuesta. Efectivamente al hombre no se le veia muy gracioso.
Quire tomar un machaquito?, siguió diciendo Jacinto sin pestañear, a la vez que colocaba una copa sobre el mostrador. El hombre le miró sin responder, parecia que no hubiera entendido la pregunta.
En el fondo del local, se estaba formando un pequeño grupo de trapicheantes, las apuestas estaban subiendo por segundos, lo que se apostaba era de un valor inmaterial però allí se traficaba con monedas de euro contantes y sonantes que pasaban rápidamente de una mano a otra. Jacinto vio el torbellino de asiduos clientes que se estaba formando bajo el cartel de Feria del año 1968 que junto a la foto de La Cantaora formaba parte de la decoración de la esquina y mandó inmediatamente a su joven ayudante a que echara un ojo al corro y le informara de lo que allí se acontecia.
Aunque no recibio respuesta Jacinto llenó la copa con Orujo de Hiervas, automaticamente el desconocido levantó la copa y sorbio un buen trago de la selecta bebida.
El muchacho regreso enseguida, no sin antes hacer su propio depósito con la elección de su apuesta.
Que Luisito de que va la cosa? Inquirió el camarero.
Nada Jacinto, que estan tratando un tema con dos posibilidades –dijo el joven que siempre le costaba Dios y ayuda explicar una situación, el zagal era algo retorcido en su dialèctica, acostumbraba a irse por las ramas y alargar sus explicaciones con frases absurdas y buscando una especie de intriga a sus comentarios.
Al grano Luisito que no tengo todo el dia para cabalas, no te disperses y dime que pasa.
Nada, que hay una controvèrsia y se estan afinando las posturas.
Jacinto miró de reojo al hombre que seguia abstraido saboreando la copa.El trozo de billete de cien seguia sobre el tablero, però ahora mostraba la cara Julio Romero.
Mira Luisito el que se tiene que afinar eres tu, no te vayas enredando con las palabras y dime brevemente cual es esa controvèrsia – Jacinto se estaba empezando a cabrear, aquel zoquete le sacaba de sus casillas, si no fuera por la promesa hecha al padre del zagal y lo servicial que era el muchacho, ya lo habria enviado a su pueblo.
Una apuesta Jacinto, que va a ser –aclaró finalmente el muchacho
Mecagoenla... –dijo Jacinto a la vez que sacaba un billete de 20 € del bolsillo del pantalon.
Anda Luisito ves al corro y haz mi apuesta.
Voy enseguida. A cual de las dos postures?.
A las dos hombre, a las dos, diez euros a cada una, así seguro que gano.
El grupo de jugadores seguian su frenètica subasta, Luisito se hizo sitio en el centro del grupo y pujó por su patron. No por un gesto de empatia con su jefe sinó por el desasosiego que habia empezado a sentir despues de las palabras de Jacinto de que si apostaba por las dos opciones seguro que ganaria y dado que su jefe era su referente y mentor, el muchacho apoquino una nueva puja aunque doliendole en el alma tener que desprenderse de los últimos dos euros
que le quedaban en el bolsillo. Satisfecho y esperanzado en que recuperaria el dinero invertido se aparto del grupo y siguio con sus quehaceres.
La puerta del establecimiento se abrió bañando el local con una oleada de luz solar, a pesar del guirigay que reinaba en el recinto, las cabezas se giraron hacia la entrada y el silencio mas absoluto se hizo dueño del lugar.
En ese instante, el repiqueteo de unos tacones al andar fué el unico sonido que se percibió, hasta la respiración de los asistentes dejo de oirse, Jacinto trago saliba y la nuez de su garganta osciló de arriba a abajo, Luisito abrió los ojos como platos y mas de uno tenia la boca entreabierta observando a la recien llegada, sus pasos la dirigieron justo al lado del foraneo. Ladeo un taburete y se sentó junto a él.
Ponme una copita de anis Jacinto –dijo la recien llegada.
Jacinto sintió el corazón latir en su garganta y aunque trató de disimular su nerviosismo, cuando escanció el anis en la copa, las ultimas gotas cayeron en el mostrador, resuelto pasó un paño por la tabla y con ello quiso borrar su aturdimiento però los allí presente que nuevamente se habian concregado en la barra y apiñado alrededor de la pareja se pudieron dar cuenta de que Jacinto se sentia mas pillado que un pez en la red del pescador, però todos se mantuvieron callados, ninguno se movió, nadie pestañeó y ni siquiera Luisito hizo intención de ayudar a su patron.
Poco a poco se fue distendiendo la situación y nuevamente los parroquianos volvieron a su cotidianidad, ya no habia corrillo al fondo del bar, las transaciones habian terminado y solo faltaba el desenlace de los acontecimientos para saber cual de las apuestas habia vencido.
Casi se habian olvidado de la Rubia cuando ésta se bajó del taburete y con gran parsimònia y exhibiendo su hermosa figura se dirigio a la màquina de discos, su melena dorada colgaba sobre sus hombros y el repiqueteo de sus tacones volvio a resonar en el recinto. Hiizo su selección y la canción emergio del aparato llenando con su melodia el local.
Volvió junto al extraño con la misma cachaza, los zapatos resonaban como un acorde mezclandose con la música, se sentó en el taburete y sacó de su bolso media porción de un billete de cien pesetas, lo colocó en el tablero y comenzó a tamborilear con los dedos sobre la madera. La musica seguia su ritmo y la letra desgarraba el sentido.
El hombre cogió los trozos y juntó las dos mitades que encajaban perfectamente
Y bien? –pregunto él.
No se nada, me lo dió mi abuela y me dijo que algun dia vendria un gachó con la otra parte, y de todo aquello que habló con el periodista quedaba entre ellos, que ella no era chivata y que lo pasado pasado està.
La musica seguia sonando, el murmullo del parloteo se habia dispersado y en un acuerdo no escrito un rumor de voces tarareaban la melodia.
La pareja se volvio hacia el coro, levantaron sus copas vacias, pero Luisito atento a la situación a dos manos vertió un buen chorro de anis y orujo de hiervas en las respectivos vasos, ambos sonrieron al muchacho, chocaron los cristales y bebieron de un solo trago su contenido y se unieron a las voces.
... PERO LA VERDAD DEL CUENTO AY JESUS DE LOS TORMENTOS! LA SABEN LA LIRIO Y DIOS ...
Thessy Maror

viernes, 9 de noviembre de 2012

Mujer, tú mueves el mundo


Por medio de la presente autorizo a la Agrupación Carmen Martín Gaite, la publicación – en su blog o donde tengan a bien – del poema de mi autoría titulado: Mujer, tu mueves al mundo.
  
Firmado:  Adelfa Martín



Ve despacio, no bajes la mirada
siente que eres la reina y no la esclava
levanta tu cabeza, mira a lo alto
que tienes en tu alma sangre brava

Eres mujer y eso lo dice todo
viniste al mundo para donar vida
para dejar huella y borrar odios
y alimentar en el hombre su valía

Mujer se dice fácil, es solo una palabra
que encierra mil secretos y habla de aguas claras
de miles de deseos colgados de balcones
que los hijos adornan con sueños y esperanzas

Orgullo sin soberbia deberá ser esencia
y el estandarte vivo de todas tus acciones 
Tiendes tu mano izquierda buscando soluciones
y con derecha firme das amor...y paciencia

Si el hombre no te ve como eres realmente
y pretende marcarte como marca el ganado
debes decir un no, y dejarlo de lado
pues no es esa la persona que tu tuviste en mente

Eres muy especial desde el día que naces
los hados te han colmado de grandes bendiciones
el llevar en tu vientre a las generaciones
te hace diferente, y tu muy bien lo sabes

Cuando entregues tu amor, siempre mira a lo alto
pensando que mereces el mejor de los hombres.
Quien en verdad te quiere no te inspira temores
te ofrecerá su hombro donde secar tu llanto

Conoce tus derechos
apóyate en la gente
pide ayuda si sientes
que ha llegado el momento

Aléjate muy presto
de quien quiera imponerte
sus deseos a fuerza
diciendo que te quiere
Ese amor enfermizo
no es amor verdadero
ni debes obediencia
a nadie por tu género

Busca en otras mujeres
apoyo a tus problemas.
Hay mil asociaciones
que para ello están hechas

Obligada no estas a tolerar insultos
puedes bien distinguir lo que son vejaciones
no tienes que sufrir ya mas humillaciones.

Convéncete mujer que tú... ¡mueves al mundo!

lunes, 10 de septiembre de 2012

Comentarios


 El autor: Nahuel Dirassar
LOCALIDAD: Florida, Vicente lopez, buenos aires, argentina.

AUTORIZACIÓN: Autorizo a la Agrupación Cultural "Carmen Martín Gaite" para que publique una pequeña recopilacion de poemas de mi autoria, bajo el nombre de "Comentarios", en el blog El autor y su obra.


Su obra:
Título: “Comentarios”
Autor: Nahuel Dirassar


1.           
Mi mano fue una mosca
que chocó contra la pared azul
y cayó y cayó y cayó

2.
como tomar mate
como abrazar a Astor
como besar en el cuello a una chica imaginaria desnuda.

3.
Esta planta…
radicheta le dicen
si hubiera sido menta
si hubiera sido menta…

4.
Mi cabeza huevo chocó hacia atrás, y fue la yema desparramándose hacia abajo el piso, mi cabeza es huevo es yema, mi yema es cabeza y explota hacia atrás, como un huevo contra la puerta del ropero.

5.
Mi mano a veces es mosca y a veces mano. Lo que sí siempre cae al chocar con paredes
o al ver otras manos. Cuando mi mano sea mosca trataré de decirle que no vuele lejos, que no sea cosa de confundirla con alguna de esas mosquitas de luz que andan revoloteando por ahí en las noches y olvidarla y dejarla ir hasta no verla más.

6.
Su cara es mi nombre y su nombre es mi cara
juntos una cara, juntos una voz.

7.
Saldré vivo de ésta
pero con mil tajos en el corazón…

Se me adormeció todo el mundo.

8.
Me duermo en tu alma
dormite en mi pecho
dormite conmigo en aquel banco
como ellos dos que sonreían

9.

Es un quedarse asi y jurar no darse vuelta. En tanto la noche tambalee a mis espaldas o las biromes escriban sobre mi piel. Abrazo mi sensación sabiendo que por la noche voy a terminar dejándome.