lunes, 5 de octubre de 2009

A corazón abierto


El autor: M. Carmen Prim Melcón

Autorizo a la Agrupación Cultural Carmen Martín Gaite a publicar en la sección EL AUTOR Y SU OBRA el relato corto de mi autoría, "A corazón abierto".

Su obra:

Título: A corazón abierto
Autor: M.C. Prim

Toc, toc, toc…
¿Me escuchas?... ¿Papá?...

Hace ya mucho tiempo que quiero hablar contigo y no hay manera de localizarte, así que he decidido que ésta sea la mejor forma de expresión dirigida y dedicada a ti. Para qué dejar pasar más tiempo, ya me conoces, siempre he tenido la necesidad de decir lo que siento porque el amor me invade y necesito compartir mis interioridades. Así soy. Considero que las cosas hay que decirlas, no con el fin de hacer daño, sino todo lo contrario para evitar males mayores, resquemores, sinsentidos… Para comprendernos, respetarnos, entendernos.
No me voy a quedar con las ganas de decirte que te quiero. Sí, sí, soy un poco pesada, te lo he expresado muchas veces y las últimas, cuando tuve oportunidad de articulártelo en persona, había algo que te llevaba a interpretar: “querer de amor o querer de interés”. A mí esa duda me ofendía de pleno. Provocaba un descoloque bestial a lo puro, lo bello, lo límpido. Ahora ya escucha Te Quiero… En esta comunicación de corazón a corazón, va mucho más allá, ahora no hay posibilidad de error ni de mala interpretación, ahora lo sé.
Amo todo aquello que ofreciste… la pena es que por el camino nos separara la distancia.
Me acuerdo mucho de ti y me apetece que se divulgue, tal es mi sentimiento que deseo compartirlo, ya no quiero guardarlo más. Te lo he dicho infinidad de veces a través del viento, de las estrellas, de la luna, del sol, ellos son buenos consejeros, pero tengo la sensación como si alguien de camino lo necesitara y lo retuviera para sí, así pues ésta tendrá que ser la forma en que por fin te llegue y además a todo aquél que le pueda interesar.
Mi ojo izquierdo ha decidido protagonizar la melancolía y deja escapar una lágrima tras otra… muy despacio y con cariño… con mucho cariño.
Llevo mucho tiempo tras tuyo, lo sabes, y me da que tú te quedaste con las ganas de vernos, de hablar, de compartir unos momentos, unas miradas… aprovecho pues la ocasión y me aseguro de que lo percibas.
Ya he hecho otros intentos, en vano, y el pasado año estaba demasiado afectada.
Ahora hace un año, día arriba día abajo, que me enteré de tu marcha.
¿Adiós?
Sí, pero no como aquella vez, allá por el 77. Esta vez diferente.
Ahora sé que no te encontraré ya por ningún sitio, no como tantas y tantas veces que te he sentido muy próximo, y te he visto en muchas personas que no eran tú.
Lo bueno es que te siento muy cercano.
¿Sabes que guardo muy buenos momentos vividos contigo?
¡Cómo no! Sería una necedad olvidar. Me parece una forma muy bella de iluminar otros momentos menos gratos…
Tuve una infancia envidiable. La vida y el mundo me parecían magia pura. Quizá por ello me acuerdo ahora tanto de ti, porque me vuelvo a sentir así.
Fuiste un artista, un genio y me quedé con las ganas de escribir un artículo sobre tus logros. Quizá por ello sienta como una asignatura pendiente y sea ésta la forma de desquitarme ya, por fin.
Tu gran afición la convertiste en oficio, las maquetas, las reproducciones a escala y miniatura. Todavía veo esas tallas en tiza ¡qué paciencia y qué arte!, aviones, barcos mercantes, de guerra, teléfonos… ¡qué pulso tan firme! La maqueta del satélite era una fantasía maravillosa, reflejo de la realidad del avance tecnológico, eran los años sesenta y algo, me quedaba embobada con ese satélite de comunicaciones moviéndose alrededor de la tierra que encendía los lugares a su paso.
Cuando íbamos al campo cogíamos plantitas, semillas… que luego utilizabas para adornar esas reproducciones. Estabas dedicado en cuerpo y alma a tus creaciones, tanto, que, a veces, te traían tus compañeros de trabajo a casa desvanecido, agotado por no dormir y no parar. Todo para cumplir con los plazos de entrega. Es complicado renunciar a algún encargo pues podía significar una puerta cerrada en el futuro.
En ese tiempo tan complicado nos llevabas a ver a los abuelos a Valencia y de allí, nos acercabas a algún lugar en la costa y nos visitabas de viernes a domingo… ¡Qué recuerdos tan extraordinarios guardo de esa época! Teníamos una relación muy bonita. Suele ser así, por lo menos eso dicen entre la relación de las hijas con sus padres y la de los varones con las mamis ¡Me cogías en brazos con unas ganas!... A mí me encantaba, disfrutaba de una manera inmensa. Sentarme sobre tu tripita cuando estabas tumbado en la playa me parecía lo más maravilloso del mundo, y luego, para mayor gozo, me elevabas con los brazos hacia el cielo y me encogía y retorcía de alegría… ¡qué carcajadas y qué risas!
Por entonces coincidíamos con los primos y nos juntábamos unos cuantos. De bien niña, podría tener 3 o 4 años a lo sumo, os dio por vestirme de fallera, ¡qué sufrimiento! Se supone que a los abuelos les haría mucha ilusión, por lo visto era de una vecinita que tenía mis años y nos dejaron el traje y adornos. Todavía lo tengo presente, no tanto por el vestirme que resultó bien entretenido, sino por el peinado de las dos trenzas que me hicisteis y luego enroscasteis a cada lado de la cabeza y, lo peor de todo, las peinetas, ¡qué pinchotazos tan tremendos en la cabeza! y con el pelo tan tirante que no pude aguantar el dolor tan inhumano que sentí y lloré y lloré a base de bien, no había forma de aplacar mi sufrimiento. Tú, gran amante de la fotografía y el cine, grababas la ocasión, pero salí encima de un pozo con una llantina de cuidado. Creo que alguna imagen quedó de cuando consiguieron tranquilizarme un poco y salía caminando, a duras penas porque resultaba bastante difícil, debido por un lado a los pocos años que tenía y por otro a la cantidad de capas que llevaba entre faldas, combinaciones y medias.
Cuando niños, tuvisteis una idea muy bonita, conocer el litoral de la Península Ibérica a través de sus cabos y faros, una forma preciosa de aprender geografía. ¡Qué lugares más recónditos, cuán bella y sorprendente se manifestaba la naturaleza con sus olores, ruidos, colores y qué carreterillas! Aún hoy me transporto a esa época cuando subimos un puerto de montaña en coche y suenan esos mojones de obra o de piedra que resuenan con ese rítmico ruido tan particular. Estoy impregnada de tal manera de todo ello que es habitual que ante un olor, una imagen, un ruido me venga de pronto un momento similar en la niñez.
En cierta ocasión se estropeó la bocina del vehículo y nos comprasteis unas trompetas de juguete en una tienda y cuando venía una curva muy cerrada nos decías que las sopláramos, ¡qué ruido más estruendoso! Acabamos todos un poco saturados, hasta que por fin encontramos un taller donde poder solucionar el problema.
¡Qué de aventuras! ¿Ves como no es posible acabar con todo aquéllo?
De niña era muy miedosa, tanto que llegaba a pasar verdadera angustia por las noches, cuando ya todos dormíais. Me escondía entera bajo las sábanas pero duraba poco tiempo porque me ahogaba ahí debajo, así que tenía que hacer un mini agujero por donde entrara el aire y poder respirar. Sólo a la tía se le ocurría hablarme de brujas, monstruos y cosas por el estilo con la excusa de que o comía o venía alguno a llevarme. Llegó a tal punto que en un par de ocasiones y haciendo un gran alarde de valentía corrí a refugiarme al cuarto vuestro que estaba justo al lado del mío, pero con tan mala pata que a tí no le hizo ni pizca de gracia. Entonces, lo que fue genial fue la manera de ayudarme a superarlo.
Por entonces sacabas en cine aquellas ocasiones que te parecían más oportunas y, en el pueblo, en El Boalo, nos estaban excavando un pozo. No se cómo ocurrió pero el caso es que nos sacaste nadando en el mar y, por aquellas casualidades de la vida, se impresionó sobre la misma película en la que los obreros estaban trabajando, ¡fue todo un acontecimiento extraordinario! Ahí salíamos nosotros, los niños, que parecíamos gigantes, nadando y manoteando sobre los obreros, y gracias a ese llamémosle error – casualidad, me empecé a reír y empecé a ver con menos pánico las películas de gigantes, de King Kong…. típicas de entonces.
Ahora sé que es, ya no bueno, sino muy saludable tener recuerdos, pero, eso sí, no quedarse enganchado con ellos, ni con los buenos ni con los malos, no, simplemente, recordarlos con ese regustillo, sin dejar que te amarren.
Unos años atrás, volvía de tomar un “tentenpié” en el momento de desconectar un poco del trabajo y se me vino una sensación bastante agobiante, y, sin venir a cuento, el agobio fue tal que me hizo llorar y llorar, y no había forma de que se me pasara antes de regresar a la tarea. Me vino tu recuerdo de pronto, sin más. Estuve en el lavabo mojando mis muñecas y aclarando la cara. Hacía bastante que no tenía noticias tuyas. Puede que entonces desearas algún contacto y me llegó de una forma brutal, pero la situación no te lo permitió. Estuve tras tus pasos pero no conseguí nada. Luego con el tiempo me enteré que habías estado bastante fastidiado y que habías pasado por quirófano.
Un Profesor recién me comentaba que algunos hombres, cuando tomáis la decisión de cortar, va por encima de todo, incluso por encima de vuestros momentos de duda ¿debilidad?, de dar marcha atrás e intentar el arreglo ¡Vaya vaina!, no se me ocurre nada mejor que decir. El aprendizaje ahí queda. Ante cualquier momento se hace necesario una buena degustación, una adecuada digestión y un correcto proceso ayudan a avanzar y crecer en el camino.

Bueno, que Te Quiero muchísimo